Thursday, March 20, 2025

La Libertad en la Rutina




"Ya no importa cuán estrecho haya sido el camino,

ni cuantos castigos lleve mi espalda,

Soy el amo de mi destino,

Soy el capitán de mi alma”

William Ernest Henley

 

 

1.- INTRODUCCIÓN

La vida cotidiana parece estar atrapada en un ciclo de repetición: despertarse, cumplir obligaciones, regresar a dormir. Estas acciones mecánicas, ejecutadas casi sin cuestionamiento, crean una ilusión de estabilidad pero esconden una trampa más profunda: la inclemente rutina. Sin embargo, esta cotidianidad no carece de sentido por sí misma; somos nosotros quienes, al actuar de manera automática, renunciamos a ejercer nuestra libertad. El hombre, “condenado a ser libre”, no puede escapar de su responsabilidad de otorgar significado a cada elección, incluso en las decisiones más simples.

El presente ensayo se propone analizar cómo la filosofía sartreana nos interpela a tomar conciencia de esta libertad inherente, que se manifiesta en actos cotidianos cuando cuestionamos lo impuesto y elegimos proyectarnos hacia nuevas posibilidades. La rutina no es una prisión inquebrantable; es en las pequeñas rupturas —un cuestionamiento, una pausa consciente, un cambio de hábito— donde encontramos la posibilidad de resignificar nuestra existencia. Sartre nos recuerda que incluso lo más trivial puede convertirse en un acto de afirmación y autenticidad si lo enfrentamos con voluntad y conciencia.

A través de una reflexión crítica sobre lo cotidiano, se mostrará cómo las pequeñas rebeliones diarias no solo rompen el automatismo de la rutina, sino que revelan nuestra capacidad inagotable de crear sentido. Así, lejos de ser insignificantes, estos actos cotidianos son el terreno donde realmente se pone en práctica la libertad sartreana.

 

2.- LO COTIDIANO DEL DÍA A DÍA

            Desde el momento en que abrimos los ojos por la mañana, comienza el ciclo. Un día más, idéntico al anterior, como si nunca hubiésemos despertado del todo. Nos levantamos porque el mundo lo exige, porque la hora nos lo ordena, y porque las obligaciones, sin piedad ni pausa, aguardan al otro lado de la cama. Nos arrastramos entre las mismas paredes, pisando las mismas baldosas, cumpliendo los mismos gestos: lavarnos, vestirnos, salir.

Aferrados a un horario que se repite con la precisión de un reloj defectuoso pero inevitable, nos insertamos en la maquinaria. Vamos de un lugar a otro —trabajo, estudio, responsabilidades—, pero nunca nos movemos realmente. Los minutos se desvanecen y las horas se diluyen, intercambiables, indiferentes a nuestras dudas o deseos. No hay sorpresa ni cambio: cada acción es un reflejo condicionado, una réplica exacta de lo que hicimos ayer y de lo que haremos mañana. Somos piezas en un engranaje que no pide permiso para girar.

El hombre está condenado a ser libre[1], escribió Sartre, pero en esa condena también yace el peso insoportable de la rutina. Somos libres, sí, pero lo somos dentro de una jaula que nosotros mismos aceptamos. Lentamente, nos volvemos autómatas. Una rutina inmutable, que al inicio parecía un refugio de estabilidad, se convierte en una prisión invisible. Las sonrisas se transforman en formalidades, las palabras en sonidos vacíos y los sueños en un murmullo lejano. No hay pausa para preguntarnos por qué, porque la pausa misma también es un acto repetido. Sin quererlo, sin buscarlo, dejamos de cuestionar, y empezamos a obedecer.

Así entonces, en un universo que aparentemente carece de sentido ¿cómo hallar significado cuando cada día es un eco del anterior? Al final del día, regresamos al mismo punto donde todo comenzó. Nos acostamos, creyendo que quizás mañana será distinto, aunque en el fondo sabemos que no lo será. Cerramos los ojos para olvidar, aunque sabemos que al abrirlos, todo se repetirá. Un ciclo infinito, un espejo eterno. Vivimos, pero apenas existimos. Y en esa repetición constante, nos perdemos sin darnos cuenta.

Sin embargo, no hay un verdugo externo que nos haya impuesto esta vida. Todas estas rutinas, todos estos grilletes invisibles que nos atan a un ciclo interminable, son invenciones nuestras, nacidas de la humanidad misma, de la sociedad y de sus instituciones. Creamos el trabajo, las normas, el tiempo medido y las jerarquías; las levantamos como un orden para darnos sentido y, sin darnos cuenta, nos convertimos en esclavos de aquello que construimos. La estructura es nuestra, pero ahora nos aplasta. Como diría Hobbes, "el hombre es el lobo del hombre", y en esta lucha por dominar, controlar y sobrevivir, hemos sido a la vez artífices y víctimas de nuestras prisiones cotidianas.

3.- ESPERANZA EN LA CONSCIENCIA DE LA LIBERTAD

Dentro de este ciclo asfixiante de rutinas y repeticiones, donde cada día parece ser el eco del anterior, el concepto de libertad de Sartre, emerge como una tabla de salvación, una grieta por la cual escapar del abismo de lo cotidiano. Sartre nos recuerda que la libertad no es un estado pasivo ni una concesión, sino un acto constante de creación, una posibilidad inagotable de trascender lo dado, lo impuesto, lo rutinario, o en sus propias palabras, “Lo que implica, pues, para la conciencia, la posibilidad permanente de efectuar una ruptura con su propio pasado, de arrancarse de él para poder considerarlo a la luz de un no-ser y para poder conferirle la significación que tiene a partir del proyecto que no tiene”[2]

La rutina, con su carga de repetición mecánica, nos atrapa en un estado de tener y hacer, donde acumulamos objetos y cumplimos acciones sin interrogarlas, sin cuestionar su sentido. Aquí, Sartre introduce la negatidad como una herramienta esencial para escapar de esta inercia. La negatidad es esa capacidad única del ser humano de negar lo que es, de poner distancia entre nosotros y la realidad inmediata. Es una ruptura con lo dado, un cuestionamiento constante: no solo estar en la rutina, sino ser consciente de ella y negarla en su carácter absoluto. Se trata de abandonar el terreno del ser para abordar francamente el del no-ser.[3]

Por ejemplo, cuando alguien, día tras día, realiza un trabajo mecánico —como llenar formularios, contestar correos o asistir a reuniones interminables— sin preguntarse el propósito de su labor, cae en el hacer alienado. Pero, en un momento de lucidez, puede surgir la negatidad: “¿Por qué hago esto? ¿Qué sentido tiene?”. Aquí, la persona niega la rutina que parecía inmutable y abre espacio para proyectarse hacia otro horizonte: quizás una nueva forma de trabajar, nueva postura corporal, un cambio de empleo o la búsqueda de un propósito distinto que reordene sus motivaciones. La simple decisión de aprender algo nuevo, como un idioma o una habilidad creativa, ya es un acto de libertad que niega el automatismo del presente.

En este proceso de liberación, Sartre señala la importancia de la nihilización: nihilizamos el mundo dado, lo que es, para luego proyectarnos hacia lo que puede ser. Pensemos en alguien atrapado en la rutina familiar: levantarse temprano, llevar a los hijos al colegio, regresar tarde del trabajo, preparar la cena y dormir. El ciclo se repite incansablemente hasta que, de pronto, surge un cuestionamiento: “¿Estoy viviendo o simplemente cumpliendo funciones?”. Esta toma de conciencia nihiliza la rutina y abre la posibilidad de proyectar nuevos fines, como dedicar tiempo a uno mismo, practicar una afición postergada o revalorizar la convivencia familiar desde un espacio auténtico y no mecánico[4].

Los motivos y móviles también se expresan en lo cotidiano. Un motivo para Sartre es “la captación objetiva de una situación determinada en cuanto esta situación se revela, a la luz de cierto fin, como un hecho que pueda servir para alcanzarlo”[5] que podría ser el deber de ir al trabajo para obtener un salario; es una justificación externa, racional, que mantiene la rueda girando. Pero el móvil, ese impulso interno, puede ser algo más profundo. Un móvil según Sartre se caracteriza por ser comúnmente subjetivo, “un conjunto de deseos, emociones y pasiones que le impulsan a realizar una determinada acción”[6]: el deseo de mejorar la vida de la familia, lograr una vocación personal o alcanzar un sueño propio. Cuando alguien deja de actuar solo por los motivos impuestos y empieza a escuchar sus móviles, rompe con la alienación. Un ejemplo sencillo puede ser alguien que, tras años de “hacer lo que debe”, decide renunciar a un trabajo bien remunerado para emprender un proyecto propio, viajar o dedicarse a una pasión artística.

Aquí es donde la libertad cobra su dimensión más profunda: no como una simple ruptura caprichosa con la rutina, sino como una acción consciente orientada hacia fines que nosotros mismos elegimos. Estos fines no nos vienen dados por la sociedad o las instituciones; somos nosotros quienes los definimos al ejercer nuestra libertad. Incluso en las circunstancias más rígidas, como un empleo agotador o la presión social de cumplir ciertos roles —el buen trabajador, el padre perfecto, el estudiante ideal—, podemos nihilizar esas expectativas y reconstruir nuestro horizonte de sentido.

4.- PEQUEÑAS REBELIONES COTIDIANAS

Frente a la rutina que amenaza con convertirnos en autómatas, Sartre nos enseña que “la voluntad es necesariamente negatividad y poder de nihilización, si ha de ser libertad[7], y la libertad se ejerce, sobre todo, en los actos más pequeños, en aquellas decisiones aparentemente insignificantes que, al repetirse, erosionan la monotonía y abren espacio para la autenticidad. Estas pequeñas rebeliones cotidianas son la encarnación concreta de la negatidad y la nihilización en la vida diaria; no son grandes gestas heroicas ni rupturas radicales con el mundo, sino actos simples y conscientes que desafían el ciclo impuesto, devolviéndonos a nuestra capacidad de elegir y proyectarnos.

Un ejemplo claro es el simple acto de detenernos. La rutina exige velocidad: ir de un lugar a otro, cumplir horarios, cumplir expectativas. Pero cuando una persona decide caminar en lugar de tomar el transporte habitual, no solo está cambiando un hábito, sino que está tomando un momento para sí misma. La pausa se convierte en una pequeña rebelión contra el tiempo cronometrado, una oportunidad para observar lo que suele pasar desapercibido: una calle nueva, el sonido de los árboles, la vida que sucede a su alrededor.

Otra forma de rebelarse es cuestionar las normas no escritas que perpetúan la rutina. Una persona que elige no revisar su correo electrónico fuera del horario laboral está negando la expectativa implícita de estar siempre disponible. Es una afirmación consciente de que su tiempo personal le pertenece y no debe ser devorado por la lógica productivista. De igual modo, elegir dedicar tiempo a un pasatiempo —pintar, leer, cocinar sin apuro o escribir— no es un simple acto recreativo, sino una afirmación de libertad: se niega la instrumentalización del tiempo y se recupera su valor para ser, no solo para hacer.

En las relaciones personales también aparecen pequeñas rebeliones cotidianas. Cuestionar una conversación vacía y elegir hablar con autenticidad, expresar una emoción retenida o decir no a compromisos que solo se cumplen por obligación, son formas de nihilizar lo impuesto y crear un espacio donde el vínculo se redefine desde la libertad. Dejar de lado las máscaras sociales y mostrarse como uno es, aunque sea por un instante, representa una ruptura liberadora.

Asimismo, pequeñas decisiones como apagar el televisor en lugar de consumir contenido pasivamente, dedicar un tiempo diario a la reflexión o incluso cambiar un simple hábito —como preparar el café de forma distinta, leer un género literario nuevo o variar el camino de regreso a casa— son actos que introducen novedad en la repetición y nos recuerdan que, aunque las circunstancias puedan parecer fijas, nuestra manera de vivirlas siempre puede transformarse.

Estas pequeñas rebeliones cotidianas son accesibles para cualquiera, no requieren grandes cambios externos ni condiciones ideales, se trata de expresiones de lo que Sartre refería al señalar que “la libertad es el fundamento de todas las esencias, puesto que el hombre devela las esencias intramundanas trascendiendo el mundo hacia sus posibilidades propias”[8]. Al introducir estos actos conscientes en nuestra vida, negamos la tiranía de la rutina y proyectamos un horizonte donde cada elección tiene significado. Así, cada gesto, por más sencillo que sea, se convierte en un acto de resistencia contra el automatismo y una afirmación de nuestra capacidad para ser.

En última instancia, estas pequeñas insurrecciones son los ladrillos con los que construimos una vida auténtica. No anulan la rutina, pero la subvierten. No destruyen lo cotidiano, pero lo resignifican. Nos recuerdan que, aunque el mundo esté lleno de estructuras que parecen inamovibles, seguimos siendo libres para decidir, crear y reinventarnos en cada momento. Allí, en los detalles más simples, encontramos la prueba de que la libertad sartreana no es solo una idea, sino una práctica diaria, un modo de habitar el mundo sin dejar que el mundo nos habite a nosotros.



[1] Cfr. Sartre, Jean – Paul; “El Ser y la Nada”, 4ta Parte, Cap. 1, pág.268.

[2] Op. Cit, pág. 269.

[3] Op. Cit, pág. 267.

[4] Op. Cit, pág. 268.

[5] Op. Cit, pág. 275

[6] Op. Cit, pág. 275

[7] Op. Cit, pág. 273.

[8] Op. Cit, pág. 270.

Thursday, February 27, 2025

Reflexión a 15 años del Terremoto

Viví el Terremoto del 27/F en un edificio de Lan B de la comuna de Hualpén, Región del Biobío. Mientras la tierra se sacudía, sólo atiné a ubicarme a la pared pensando que así sería más fácil rescatarme o encontrarme cuando todo haya quedado en el suelo. Sentí terror. Luego, una vez que pude salir, corrí lo más rápido que pude. Me vi y nos vimos sin luz y sin agua, sin comunicaciones. Sólo atentos a lo que la Radio Biobío informaba. Se hablaba de un Tsunami, de edificios colapsado. Sentí que mi miedo ya no sólo era mío, sino que era de cientos o miles. Familias completas confluyeron en el mismo lugar conocido como las 4 canchas mientras las réplicas campeaban. Y así llegó, luego de una larguísima noche, el día. 

La mayoría volvió desde donde salió, pero con el pasar de las horas, sin servicios básicos, sin comercio y a fin de mes, con las billeteras planchadas por la fecha, muchos nos dimos cuenta, que nosotros, solos, poco y nada hacíamos. Nos vimos en necesidad de golpear la puerta del vecino que durante las mañanas bramaba con su horrible voz un tango, para que nos prestara su vieja y negruzca tetera de la cual nos reíamos antes; la vecina que, día a día, pasaba frente a todos sin saludarnos, recurrió a nosotros con una enorme sonrisa pidiendo un poco de azúcar y café. Supimos el nombre y algo de la vida del señor que durante años, nos saludaba al ir y venir, hacia y desde nuestros trabajos. 

Así, de estar solos y con miedo, pasamos a estar acompañados y en paz. Atentos y preocupados por el otro. Al punto de montar guardia en las calles, velando incluso por el sueño de desconocidos, ante la psicosis colectiva de esos días. Más de alguno escuchó “Vecino, vaya a dormir. Yo me quedo ahora con los demás”. Hicimos vida vecinal y confirmé en esta experiencia fuerte que en compañía de otros la vida se hace más fácil o menos difícil. 

Nadie me quita la convicción de que, a 15 años del Terremoto, la vida comunitaria es de la esencia de la humanidad. Estando solos no salvamos a nadie, y una mirada individualista de las cosas, sólo nos lleva a encapsularnos, a aislarnos y eso llegado el momento, como llegó acá en la zona, provocó mucho miedo. Y ese miedo se siente hoy, lo sentimos hoy, cuando en una sociedad y un sistema que empuja con fuerza por el individualismo, se nos cruza un problema o situación que vemos que no podremos enfrentar solos. Una enfermedad catastrófica, la pérdida del trabajo, un accidente grave. ¿Qué hago? Pero como somos seres comunitarios, lo invisible se hace visible. Aparecen los amigos, los colegas, los vecinos, la familia. Se suman otras comunidades y nuestra causa ya no es sólo nuestra, es de varios. Y renace la esperanza de la mano de la comunidad. 

A 15 años del 27/F sigo agradecido de quienes me acogieron comunitariamente en esos momentos, y también de aquellos a quienes vi, desinteresadamente, jugados por el prójimo. Finalizo estas líneas recordando que, luego de varios días de no ocupar por miedo mi departamento, al volver una noche, una vecina que no sabía su nombre ni ella el mío, me toca la puerta para entregarme una canasta familiar de ayuda que me correspondía en el bloque. Al entregármela me dice “si le falta algo, me avisa”. Le agradecí, cerré la puerta y mi sensación, que aun recuerdo, fue de emoción: no se habían olvidado del vecino que salía temprano, apurado y muchas veces sin saludar. 

En la comunidad está la felicidad.

Friday, February 12, 2016

El Descubrimiento de las Ondas Gravitacionales...¿Sirve de algo?

"Damas y caballeros, hemos detectado ondas gravitacionales. ¡Lo hicimos!". Esa fue la declaración formulada por David Reitze, director ejecutivo del proyecto LIGO al hacer el anuncio que se toma las portadas de los diarios y sitios del mundo. Luego de haberme interiorizado en el tema es un descubrimiento grandioso, en eso iba pensando cuando salí de mi oficina y caminaba por la Diagonal de Concepción, cuando 2 personas que iban tras de mí, comentaban para mi sorpresa, que en nada les iba a cambiar su vida o su realidad las famosas ondas.
Siendo frios, y pensando a corto plazo, tan equivocados no estaban, y reconozco que yo también lo pensaba así, hasta que entendí la trascendencia e importancia gigantesca que tiene para la humanidad, este tipo de investigaciones y descubrimientos de la astronomía y cosmología, no tanto para entender el universo sino que para la supervivencia de la especie humana. ¿Por qué se preguntará usted? Para responder a ello, es necesario conocer, curiosamente, la historia de un plumífero que habitó sobre la faz de la Tierra llamado Dodo.
Pues bien, el Dodo era un ave que existió sólo en la Isla Mauricio (ubicada en el Océano Indico y relativamente cerca de Madagascar) hasta el año 1681, año en que se extinguió. Hago presente que habitaba sólo en esa isla, es decir, en ninguna otra parte del mundo, por lo que su casa era bastante pequeña en comparación a la superficie de la Tierra. Esta ave, de aspecto bastante extraño, no tenía depredadores naturales, por lo que sus alas se atrofiaron por no tener la necesidad de volar, osea estaba tranquilito el perla comiendo y engordando. Hasta que llegaron los humanos, muchos de ellos con bastante hambre y se extinguieron. Y se extinguieron rápido, ya que sólo vivía ahí (no así como otras aves que habitan casi en todo el mundo) y además que, como estaban con sus necesidades satisfechas (comida y ausencia de depredadores) perdieron la capacidad de adaptación. Sólo se preocupaban de su vida y su realidad remota, tal cual como los personajes con que me topé en la Diagonal.
Teniendo presente lo anterior, les pido que sustituyamos al Dodo por la especie humana y que pensemos que la Isla en donde vivía el plumífero sea la Tierra y que la Tierra sea a su vez, guardando las proporciones, el Universo. ¿Alguna similitud? Evidentemente que si. Nuestro acogedor planeta es un punto insignificante dentro de la inmensidad del Universo, incluso a escala, mucho menor a lo que representa la Isla dentro de la Tierra. ¿Depredadores naturales? No…bueno si, nosotros mismos muchas veces, ¿Necesidad de volar? Casi ninguna para la mayoría. ¿Estamos conscientes de nuestra insignificancia en el contexto del Universo? Derechamente no.
Aun no tenemos certeza de que pueda llegar a nuestro Planeta otra raza a hacer lo mismo que aquellos hambrientos marinos hicieron con el Dodo, pero sí está claro que pronto nuestra casa o nos va a quedar demasiado chica o la terminaremos destruyendo totalmente. Así las cosas, si en un futuro, necesitamos buscar otra casa o cambiarnos de barrio, se hace indispensable saber muy bien cómo llegar a ella, cuáles son las condiciones del lugar hacia donde llegaremos y con qué cosas nos podemos encontrar en el camino.
De nosotros depende dejar de comportarnos como el Dodo y aplaudir este tipo de descubrimientos, que a la larga serán esenciales para hacernos de un buen mapa y salir a recorrer el Universo…

Monday, May 25, 2015

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos...pero aquí estamos de vuelta!!

Cada cierto tiempo, volvía a visitar este blog, que durante mis años de universitario y de pensionista abnegado del sur me permitía hablar de lo humano y de lo divino.  Pues bien, ya no soy universitario ni pensionista, mi prisma de análisis de la vida a cambiado un tanto, no en cuanto al fondo si no más bien en cuanto a la forma y mi barba ya no es tan frondosa como en aquellos años "verde olivo" de los Consejos Generales de Estudiantes de la FEC.

Leía también mis entradas, algunas con más guata que cabeza, con más rabia que denuncia, pero todo dentro del fulgor de aquellos hermosos años vividos.  De algunas cosas escritas me arrepiento, de otras no, tal vez porque en esos días ciertas tres luces no alumbraban tanto como la única que hoy lo hace y que venciendo a la muerte ilumina mis pasos con alegría.

Ya no tengo fotolog y tampoco debo esperar turno para ocupar el computador como en la pensión (ni enfrentarme a los fallos de Windows '95), ahora tuiteo y tonteo en Facebook, me pierdo en las infinidades del cielo por las noches con un juguete que siempre soñé tener (si, el telescopio que ya lo debe tener a usted harto de tanto que le cuento de él), las cervezas y las piscolas siguen siendo tomadas con los mismos amigos de aquellos años, aunque los trasnoches ahora tienen consecuencias un poco más desastrozas, más aun cuando la tabla nos invita a alegar en la Corte o una audiencia nos convoca al alba de la jornada.

Mi familia sigue acompañándome en forma cariñosa e incondicional, mis padres, ya con un poco más de años pueden decir, con respecto a mi,  "misión cumplida" (creo) y estaré eternamente agradecido de todo lo por ellos hecho para que mi vocación se pudiese cumplir.  Sigo viviendo en Concepción, una ciudad que me encanta, que la camino y la recorro, que siempre me sorprende, que me acogió un tanto fría pero que a estas alturas somos más que amigos.

Un día llegué de Lautaro a Concepción a estudiar, lo recuerdo como si fuese ayer.  Fue un día de lluvia al salir, y antes de cerrar la puerta de mi casa, crucé miradas con mi perro de ese entonces (el gran y "grande" Branco, un perro San Bernardo), y sentí un sudor frío en mi espalda ya que comprendí que ese día dejaba mi casa para siempre y no había vuelta atrás. De eso ya han transcurrido 14 años.

De modo que aquí estoy nuevamente...el de entonces, a pesar que ya no sea el mismo :)

Tuesday, April 10, 2007

VAMOS CAMILIANOS!!!

Se viene el mundial escolar de futbol, y uno de los representantes de Chile sera el glorioso y prestigioso Liceo Camilo Henriquez de Temuco, mi liceo, donde pase excelentes años y conoci harta gente, buenos amigos, grandes amigos, que todavia lo son y otros que pense que eran grandes amigos pero que no lo fueron.
Solo desearles harto exito a los cabros camilianos, ponganle harto pino en el mundial, pongan huevos en la cancha, como lo hacen en el barro de las canchas de la UFRO en invierno.
Suerte en el mundial
"Somos semillas que germinaran, en la cimiente de lo intelectual..."
LICEO CAMILO HENRIQUEZ DE TEMUCO!!!

Friday, April 06, 2007

A propósito de Semana Santa...

Publico este artículo de mi tío Ronald Castillo (hay que respetar los créditos y derechos de autor), para su lectura y comentario....por mi parte lo encontre demasiado genial...ahí les va
LA SEMANA SANTA es otro de los ritos que sagradamente -valga la redundancia- se cumplen en Chile año tras año con su batería de lugares comunes.Veremos a los medios que en masa se trasladan a los mercados y ferias acompañando a las autoridades de salud -así como están las cosas esos rostros son la única variable- para comprobar en sitio el buen estado de mariscos y productos del mar. Por enésima vez el director médico mostrará a las cámaras las agallas del pescado elegido para enseñarnos la forma de reconocer lo fresco del cadáver en cuestión, como si ese momento fuese la culminación de su carrera luego de siete años de estudios más tres de la respectiva especialidad, sin contar toda su experiencia clínica. Al menos el pescado tiene sus minutos de fama, pero no los 15 que manda la tradición, ya se sabe en TV que el tiempo apremia. Este mismo medio también mostrará la salida del millón y medio de cristianos y el regreso al tercer día, no sé si resucitados, pero con una cara de muertos siniestra después de la farra en sus particulares Vía Crucis.
Y por cierto veremos al Obispo de turno -aunque su turno dura mucho más que las autoridades descritas más arriba- con su dicción perfecta (mejor que la de los abogados que llevan el segundo lugar en hablar bien en la tele) advirtiendo que la Semana Santa no es una ocasión de vacaciones, jolgorio y comilonas, sino un instante de reflexión y oración, y los católicos, que son legión le hacen caso como locos en sus respectivos centros recreacionales.No se trata aquí de denostar a la Iglesia Católica Apostólica-Romana, Dios me libre de aquello, porque una institución no estatal que ha durado dos mil años merece todo el respeto. Y más aquí en Chile que durante la dictadura de un señor Pino, Pinocho -¿cómo es que se llamaba ese viejito gagá que murió tiempo atrás? ¿alguien lo recuerda?- fueron de los primeros en ponerse los pantalones o la sotana. Eso, sin considerar mi nula formación religiosa, porque el haber visto 15 veces Jesucristo Superestrella no me convierte un experto en teología precisamente y siempre consideré lo de "morir por sus semejantes" un poco “demasiado”. Se trata más bien de charlar sobre la(s) forma(s) de ser creyente hoy en el rico país (97% según el Censo).
La mayoría se autodesignan "católicos" y muchos de ellos son de una rama del catolicismo que se llama "a mi manera" (¿?), lo que da pie para sus curiosas costumbres religiosas, como el llenarse en estos días con el mentado jurel tipo salmón. Con sacrificio practican su religiosidad el domingo, después del desayuno y antes del almuerzo, lo que lleva a pensar que es una religión cómoda, a diferencia de, por ejemplo, los musulmanes que, literalmente, revientan por su fe.
Están por supuesto aquellos que viven profunda y sinceramente en los preceptos de la Iglesia; además se dice que la religión ha tornado al ser humano más noble y bueno. Aunque los aguafiestas de turno reclaman que el hombre (y claro está la mujer) nace intrínsecamente bueno, pero debe ser en el extranjero porque aquí nos echamos a perder a los dos días cuando llegamos a la casa de nuestros padres.
Ese mismo niño con el paso de los años es llevado al catolicismo ("volver a sentir profundo como un niño frente a Dios"); en su currículo religioso está el Bautismo, la Primera Comunión, la Confirmación y una que otra confesión al sacerdote, de sus pensamientos malévolos y actividades nocturnas solitarias. Aún le falta para la madre de todos los sacramentos: el sagrado matrimonio, hasta llegar finalmente al "anda y vete", es decir su propia misa de difuntos.
Al principio, al interior del templo y su estupenda puesta en escena de vitrales, penumbra, cirios, incienso y agua bendita no puede dejar de preguntarse los misterios de su vida: ¿Quién soy?, ¿dónde voy?, ¿de dónde vengo? ¿cuál es mi misión en esta vida? Pero ya más pailoncito, la única duda existencial que le ataca, ya un poco aburrido en medio de la Santa Misa, es ¿qué hay de almuerzo hoy? La misma misa -pero parece ser propio de todas las religiones- es mortalmente seria, grave, solemne. En toda la Biblia -texto fundamental de la literatura mundial- no existen rasgos de humor. Raro, considerando que éste es una característica esencial del ser humano. ¿Acaso Cristo nunca rió? Hay que reconocer eso sí que en el Cantar de los Cantares hay bastante cachondeo. Pero por otro lado, por el lado de las tantas prohibiciones, está lo de "no desearás a la mujer de tu prójimo" cuando es por todos sabido que son las más deseadas.
Volviendo a nuestro católico aficionado, entre ellos también hay diferencias, dependiendo del estrato social al que pertenecen. Por ejemplo, en el caso de las "mandas": Los que están en la base de la pirámide llegan con sus rodillas a la miseria a los santuarios: "para que a mi hijo le vaya bien en la PSU", "que a mi esposo se le cure su patita quebrada", "que mi marido conserve el trabajo" y así. El buen Dios debe estar más arriba de la aureola con tanto petitorio raro. Se les reconoce el hecho de que cumplan cabalmente el voto de pobreza.
En cambio la gente ABC1 nunca se le escucha pedir con su voz engalanada "te ruego (tutean a todo el mundo, Dios incluido) que mi niño tenga éxito en su doctorado en Harvard" o "ayúdame a construir mi casita en Chicureo" (o dónde sea que viva esta fauna). Pero no les tiembla la mano para condenar a los impíos y pecadores, así como tampoco les tiembla -sobre todo a los empresarios del Opus- para declararse en quiebra y dejar en la calle a sus 70 trabajadores. Son los mismos que cuando pasean por Europa y llegan a Roma ya no son turistas, son "peregrinos". Cada vez que inauguran un "negocito" o una "fabriquita" traen al cura del sector a bendecir las dependencias como si Dios fuera socio en sus "chanchullitos".
A propósito de los sacerdotes; ellos junto a las monjas son los católicos "profesionales" se entregan en cuerpo y -nunca mejor dicho- en alma a la Santa Iglesia, ¿nunca dudan?. Porque ¿para qué estamos con cuestiones? Existen dudas más que razonables de que la existencia de todo en lo que creen sea no más que una hermosa fantasía y al final de sus vidas ¿no encontrarán todo un gran absurdo?, ¿un gran desperdicio de vida? Quién sabe.En Alemania a los católicos confesos se les aplica, por Ley, un impuesto eclesiástico. Da gusto imaginar lo que ocurriría aquí si se aplica tal medida. Pero por ahora elevemos oraciones por aquellos que no estarán juntos a nosotros esta Semana Santa; ¿o acaso no es sacrificio pagar el tour de 4 días y 3 noches en Buenos Aires todo incluido "para mayor gloria de Dios"?

Friday, December 29, 2006

Un poco de chauvinismo....


Himno Oficial de los estudiantes de Derecho de la Universidad de Concepción.
Los Popeyes
I
Somos los Popeyes de la Escuela de Leyes
somos los colosos de la Universidad.
Somos macanudos y no hay quien lo niegue
que somos los reyes de esta gran ciudad.
Coro
A mi me gusta el pin piripin pin pin
Escuela de Leyes pon poropon pon pon
las espinacas pin piripin pin pin
y las maracas pon poropon pon pon
II
Son los mediquillos malos carniceros
y los ingenieros aves de corral.
A los leguleyos sáquenles el sombrero
que a los superiores hay que respetar.
III
De los de farmacia mejor que no hablemos
pues no tienen gracia ni para plagiar.
Hacen buena yunta con los sacamuelas
que usan la cabeza sólo pa' saludar.
IV
Pobres pedagogos pobres me dan pena
los que algún idioma quieren dominar.
Pretensión de locos con cabeza hueca
que ni el castellano saben manejar.